
Despido por unas birras…
¿Alguna vez te has tomado unas cervezas en la hora de la comida pensando que no pasaba nada… y de repente aparece un detective privado para apuntar cuántas botellas te bajaste? Pues esto le pasó a un electricista en España. La empresa lo acusó de beber tres litros de cerveza durante su jornada laboral, lo echó como si fuera un villano de película… y terminó teniendo que pagarle casi $54,000 dólares de indemnización.
Lo que parecía un caso de “empleado irresponsable” terminó siendo un ejemplo de cómo la justicia valora las pruebas, la proporcionalidad y hasta el principio de igualdad. Y sí, también nos deja la lección de que un detective con libreta no siempre es la mejor estrategia para controlar la sed de los trabajadores.
El contexto: cerveza en horario laboral
El trabajador llevaba más de 25 años en la empresa, con una hoja laboral limpia y experiencia acumulada que ya quisiera cualquier jefe. Un día, la compañía decidió contratar un detective privado para vigilarlo. ¿Resultado? Un informe que decía que este hombre bebía cerveza en su jornada, sumando hasta tres litros por día.
La empresa vio rojo (o ámbar, como la cerveza) y lo acusó de:
- Consumo excesivo de alcohol en horario laboral.
- Conducir un vehículo de empresa tras beber.
- Abuso de confianza y transgresión de la buena fe contractual.
En resumen: para la empresa era un caso claro de despido disciplinario (justificado).
¿Y qué decían los compañeros?
Aquí viene lo curioso: no estaba solo en las rondas cerveceras. Varios compañeros también compartían esas pausas de almuerzo llenas de cerveza. Pero mientras a unos los sancionaron con suspensiones, a él lo despidieron fulminantemente.
¿No huele un poco raro? El Tribunal pensó lo mismo. Porque en derecho laboral hay un principio clave: igualdad y proporcionalidad en las sanciones. Si otros hicieron lo mismo y recibieron castigos menores, ¿por qué él cargó con la guillotina laboral?
El detective privado y sus notas “cerveceras”
El detective aportó pruebas: fotos, anotaciones y hasta conteo de botellas. Algo así como un “Big Brother” de la birra.
Pero el tribunal analizó fríamente el material:
- Muchas cervezas se bebieron en la hora de comida o descanso, que no computa como trabajo efectivo.
- No había pruebas de que estuviera borracho o incapacitado para seguir trabajando.
- No se aportaron testigos de que fallara en su rendimiento o cometiera errores por estar bebido.
En pocas palabras: beber no es lo mismo que estar ebrio. Y mucho menos, una justificación automática de despido.
Los elementos que pesaron en la decisión judicial
El Tribunal Superior de Justicia de Murcia fue claro: el despido era improcedente. Y aquí están las razones que pesan más que tres litros de cerveza:
1. Consumo en pausas
La mayoría de las bebidas se consumieron en almuerzos o descansos. Mientras no afecten al rendimiento, la empresa no puede tratarlo igual que si se hubiera bajado las cañas frente a un cuadro eléctrico.
2. Ausencia de pruebas de embriaguez
No había control de alcoholemia, ni informes médicos, ni testigos que dijeran “estaba tambaleándose o incoherente”.
3. Proporcionalidad
El despido fue considerado una reacción exagerada. Si otros recibieron una simple suspensión, no había motivo válido para tratar a este trabajador con mayor dureza.
4. Rendimiento intacto
El tribunal remarcó que la empresa no demostró que el empleado bajara su rendimiento. Ni retrasos, ni accidentes, ni errores atribuibles al alcohol.
5. Principio de igualdad
En el trabajo, la caña fue compartida, pero el castigo no. Esa diferencia pesó mucho para que se declarara improcedente.
La conclusión: de acusado a indemnizado
El final es tan irónico como refrescante: lo que empezó como un despido por beber terminó con una indemnización de casi $50,000 dólares a favor del trabajador.
La empresa tuvo dos opciones:
- Readmitirlo, como si nada hubiera pasado (lo cual hubiera sido incómodo: “¿cervecita, jefe?”).
- Indemnizarlo con unos 47.000 – 50.000 euros ($51,000 – $54,000 dólares), dependiendo del cálculo de antigüedad y salario.
Obviamente, la segunda fue la más lógica.
Reflexiones con sabor a cebada
Este caso deja algunas preguntas jugosas:
- ¿Dónde está la línea entre tomarse una caña en la pausa y comprometer tu rendimiento laboral?
- ¿Es proporcional echar a alguien tras 25 años de trabajo impecable por unas cervezas en el almuerzo?
- ¿Debe una empresa usar detectives para controlar lo que haces en tu descanso?
La justicia dijo que no basta con contar botellas: hay que probar cómo impacta en el trabajo. Y también recordó a las empresas que la igualdad es clave: no se puede castigar más a uno que a otro por lo mismo.
Evita el miedo a un vaso vacío
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